Formación de Seguridad Laboral 165

“Aquel que prevé, es dueño de sus actos”. Johann Wolfgang Goethe OPINIoN 5 Mayo-Junio 2019 El síndrome del trabajador quemado, enfermedad vinculada al entorno laboral G inebra acogió del 20 al 28 de mayo la 72ª Asamblea Mundial de la Salud. En ella, la Organización Mundial del Trabajo (OMS) ha incluido –en concreto, el día 25 de mayo– el síndrome de burnout (el síndrome del trabajador quemado) en la undécima revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) como una dolencia asociada directamente al empleo, al entorno laboral. Los síntomas incluyen un agotamiento extremo y sentimientos de negativismo, cínicos y de distanciamiento del trabajo. Todo ello repercute en una dismi- nución de la eficacia laboral. Para los expertos en salud laboral, este paso hacia adelante supone un reconocimiento oficial por parte de una entidad con el prestigio de la OMS de un trastorno del que ya se tenía constancia desde hace muchos años. Esto permitirá investigarlo con la rigurosidad que requiere y establecer protocolos para socorrer a quienes lo padezcan. De este modo, cabe esperar una mejoría en el diagnóstico del burnout así como un correcto tratamiento del mismo. En principio cualquier trabajador es susceptible de padecer bournout si se ve ex- puesto al contexto descrito pero es cierto que existen profesiones con una mayor tasa de riesgo: personal sanitario, profesores, policías, funcionarios de prisiones, pe- riodistas, trabajadores de la Administración, de Servicios Sociales, teleoperadores… En definitiva, aquellas personas que por su trabajo mantienen un contacto estrecho y continuo con la gente. Este síndrome ocupacional está motivado por una situación de estrés crónico en el lugar de trabajo y “no debe aplicarse para describir experiencias en otras áreas de la vida”, tal y como afirma la OMS. En la raíz del burnout encontramos los siguientes factores desencadenantes: una mala organización del trabajo; el desarrollo de tareas monótonas, repetitivas y abu- rridas; un gran volumen de trabajo sin contar con los recursos necesarios para abar- carlo, con tiempos de ejecución y cumplimiento ilógicos; la ausencia de flexibilidad y conciliación; jornadas laborales excesivas, marcadas por la improvisación y la mala o nula gestión de la dirección de la empresa; y la falta de participación por parte del trabajador en el control de sus tareas y en la adopción de decisiones que le atañen. Diversos estudios ponen de relieve las repercusiones de carácter físico (incremento de enfermedades cardiovasculares, trastornos musculoesqueléticos, cansancio con- tinuo, dolores de cabeza, patologías gastrointestinales…) y problemas psicológicos (depresión, insomnio, abuso de antidepresivos, alcohol y drogas…) que se derivan del burnout . La empresa sufre también las consecuencias de que sus profesionales estén aquejados por el síndrome del traba- jador quemado, con un incremento del absentismo y de la rotación de su personal, disminuyendo a su vez la pro- ductividad y, por ende, su competitividad, con lo cual su reputación y su imagen de marca decaen. Asimismo, los accidentes laborales suelen aumentar. Para solventar esta situación, resulta del todo necesario dotar al trabajador de los recursos que precise para rea- lizar sus tareas y que éste disponga de la formación necesaria para ejecutar sus actividades. Ante el burnout la solución pasa por escuchar al trabajador y por articular medidas, en las que se deben contemplar y adaptar las de auxilio psicológico. A partir de ahora se visibilizará aún más un problema de gran calado en el tejido empresarial, minimizando su infradiagnóstico. Pero, tal y como recuerdan desde el sindicato de UGT, “debemos seguir reivindicando la revisión del Cuadro de Enfermedades Profesionales español, en el que a día de hoy no se reconoce ninguna enfermedad originada por los riesgos psicosociales, aun habiendo sido incluidos, los trastornos mentales y del comportamiento, en la Lista de Enfermedades Profesionales de 2010 de la OIT”, concluyendo que “si las patologías de origen laboral- psicosocial fueran reconocidas como contingencia profesional, los costes asociados deberían ser asumidos por las Mutuas colaboradoras con la Seguridad Social y por otra parte se garantizaría una mayor protección de los trabaja- dores que las padecen” El siguiente paso a dar es la revisión del Cuadro de Enfermedades Profesionales para reconocer las enfermedades originadas por riesgos psicosociales

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