Nuestro modelo regulado de farmacias, criticado con frecuencia por su rigidez, resulta eficaz para mantener la funcionalidad del sistema y garantizar un acceso fiable y universal a los medicamentos. A su vez, convierte a España en una excepción dentro del actual escenario global.
Tanto en Europa como en Estados Unidos, un alto número de farmacias han echado el cierre, tendencia que despierta preocupación en materia de seguridad sanitaria. Este fenómeno, conocido como “desierto farmacéutico”, afecta especialmente a zonas rurales y barrios desfavorecidos, donde la disponibilidad de medicamentos y atención farmacéutica se vuelve cada vez más limitado.
Las razones detrás de este cierre son múltiples: la presión económica sobre los pequeños locales comerciales, la expansión de las grandes cadenas, la venta online de medicamentos y los recortes sanitarios.
Mientras el mundo pierde farmacias, España las mantiene abiertas
En Estados Unidos, una de cada tres farmacias han cerrado en la última década, miles de ellas independientes o ubicadas en comunidades de bajos ingresos. En países como Reino Unido, Francia y Alemania, la situación es similar. La falta de rentabilidad y el aumento de los gastos operativos, unidos a cambios legislativos y al crecimiento de modelos de farmacia digital, han puesto en jaque a un sector clave para la salud pública. La consecuencia inmediata es no solo una reducción del acceso a medicamentos esenciales, sino también a servicios como la dispensación informada y el seguimiento de tratamientos, lo que puede derivar en un aumento de errores médicos e incumplimiento de las recetas e indicaciones.
Sin embargo, España se mantiene ajena a esta deriva, al menos por ahora. La razón principal es su modelo de farmacia regulado, que impide la concentración empresarial y protege la presencia de farmacias en todo el territorio. La legislación española establece criterios de planificación geográfica y poblacional para la apertura de farmacias, lo que garantiza un reparto equitativo, incluso en zonas rurales. Además, el farmacéutico español es titular y profesional sanitario, lo que limita la especulación comercial y refuerza su función asistencial.
El sistema farmacéutico mantiene miles de empleos directos e indirectos
En nuestro país el sistema farmacéutico no solo garantiza el acceso sanitario, sino que también representa una ventaja clave en términos laborales. Este modelo regulado sostiene miles de empleos directos e indirectos en todo el país, desde farmacéuticos y técnicos auxiliares hasta personal administrativo y de distribución. A diferencia de otros países donde el cierre de farmacias ha provocado despidos y precarización, en España la estabilidad del sector permite generar empleo cualificado, con buenas condiciones laborales y con presencia incluso en áreas rurales o despobladas, donde escasean otras oportunidades profesionales. Además, fomenta el emprendimiento, ya que muchos profesionales pueden aspirar a ser titulares de su propia oficina de farmacia, fortaleciendo el tejido económico local y el arraigo territorial.
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