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Carlos Brea Responsable de Bioseguridad Arregui

Bioaerosoles, COVID-19 y su nueva implicación en PRL

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Cuando ya llevamos más de un año de pandemia y se prevé la vuelta presencial al trabajo gracias a las vacunas, el mejor conocimiento sobre el Sars-CoV-2 y sus dinámicas nos ha abierto caminos para mejorar las medidas de protección, no solo de cara a prevenir contagios de coronavirus sino también frente a otros patógenos causantes de enfermedades respiratorias.

De este modo, ya sabemos que el 75% de los contagios se producen en interiores, que los aerosoles son una de las vías predominantes de contagio e incluso ha cambiado la definición de aerosol, poniendo de acuerdo a la Física y la Medicina.

Al comienzo de la pandemia, el consenso general tanto para el CDC (Centro de Control de Enfermedades) como para la OMS (Organización Mundial de la Salud) era que las vías de contagio eran las gotículas (consideradas en ese entonces partículas mayores de 5 micras de diámetro que caen al suelo en pocos segundos y viajan un máximo de 1 metro al ser expelidas) y las superficies (objetos y materiales contaminados por el virus, en los que puede permanecer activo varios días). Se descartaba por completo la implicación de los aerosoles (considerados como partículas expelidas inferiores a 5 micras), lo que influyó de manera determinante en las recomendaciones de ambas organizaciones y de la mayoría de los gobiernos para evitar contagios: lavado de manos y distancia de seguridad. Esto se tradujo para muchas empresas en la adquisición e implantación del uso del Gel hidroalcohólico y la instalación de mamparas de protección. Algunos incluso implementaron la utilización de mascarillas cuando no se podía mantener esa distancia de seguridad.

Con el paso de los meses fue aumentando el conocimiento y las evidencias sobre el COVID19, teniendo algunos hitos en el camino como la publicación en julio de 2020 de una carta firmada por 239 científicos y dirigida a los responsables de salud pública reclamando el reconocimiento de los aerosoles y su incidencia en los contagios (“El contagio es 20 veces más fácil en interiores que en exteriores” afirmaba José Luis Jiménez, experto español en aerosoles y uno de los firmantes). También aparecieron publicaciones de estudios sobre casos de contagio reales como el del coro del valle de Skagit y el restaurante de Guangzhou, China (Li et all, 2020) donde el contagio por gotículas quedaba descartado, y publicaciones sobre aerosoles en Science y otras revistas de prestigio. Se hablaba de comportamiento de aerosoles (capacidad de viajar largas distancias superiores a 3 metros y permanecer horas suspendidos en el aire) para partículas de hasta 100 micras.

En España, el Ministerio de Sanidad publicó en noviembre un informe que se ha ido actualizando, recopilando las evidencias de las vías de contagio por aerosoles, así como recomendaciones y medidas de prevención. Entre todo ello destaca el reconocimiento como aerosol a partículas hasta 100 micras (antes consideradas gotículas) con las implicaciones que esto conlleva no solo respecto al coronavirus si no al resto de patógenos responsables de enfermedades respiratorias.

Las organizaciones gubernamentales de salud, encabezadas por la OMS y el CDC empezaron a reconocer la posible incidencia de los aerosoles, aunque considerándolos secundarios.

Se llegaron a crear herramientas matemáticas para evaluar el riesgo de contagio en interiores como la del Airbone.cam, o la estudio del “Max Planck Institute for Chemistry” en Maguncia. Con ellas se puede modificar parámetros tales como: Uso o no de mascarillas, tener o no sistemas de purificación/ventilación, número de personas, tiempo de permanencia en el espacio… y en base a ellas obtener una estimación porcentual del riesgo de contagio.

El diario alemán ZEIT, en su versión online preparó una ayuda gráfica para utilizar los estudios del Max Planck:

Sin aplicar medidas de protección:

Espacio de 40m2, aforo de 10 personas, 8 horas de trabajo con separación de 2 metros entre cada persona, sin mascarilla y sin ventilación/purificación. Riesgo de contagio 71%.

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Aplicando medidas de protección:

Espacio de 40m2, aforo de 10 personas, 8 horas de trabajo con separación de 2 metros entre cada persona, utilizando mascarilla quirúrgica y sistema de purificación. Riesgo de contagio del 2%.

No es hasta el 30 de abril de este año que la OMS, y pocos días después el CDC, actualizan la información de su página web, hablando ya de contagio a corta distancia (tanto por aerosoles como por gotículas) y contagio a larga distancia por aerosoles.

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¿Qué implicaciones tienen estos nuevos descubrimientos para la PRL?

El hecho de que pese a la vacunación el COVID-19 pueda convertirse en una enfermedad estacional, (Murray&Piot 2021) junto con el riesgo de aparición de nuevas variantes, ya sería motivo suficiente para replantear las medidas de protección en las empresas, sobre todo con la paulatina vuelta a la presencialidad.

Pero no solo esto, si no que el cambio de consideración sobre los aerosoles, (una vez ampliado el rango hasta las 100 micras, su permanencia en el aire y distancia a la que pueden viajar, así como mantener capacidad infectiva) implica de forma directa a muchas otras enfermedades, resfriados, gripes, Legionella…

De entre todas ellas ya solo el virus de la gripe causa alrededor del 20% de las bajas laborales en España, y supone un coste aproximado de 1.100 millones de euros sin considerar la pérdida de productividad asociada. Además de las implicaciones éticas: 1 de cada 3 contagios de gripe se da en centros de trabajo, que luego lo llevan a sus casas con el riesgo que supone para sus mayores y personas vulnerables (Mueren al año entre 300.000 y 650.000 personas debido a esta enfermedad).

La buena noticia es que se puede aprovechar el conocimiento generado por el coronavirus para su aplicación a las demás enfermedades. Sabemos que es en los espacios cerrados donde hay que tener especial cuidado, especialmente si no se usa mascarilla, como en comedores y vestuarios, o en cualquier oficina según se vaya recuperando la normalidad.

De este modo, en interiores pierden parte de eficacia medidas como las mamparas o la distancia (que no protegen del todo frente a aerosoles), o las mediciones de temperatura (tanto la gripe como el COVID-19 se pueden transmitir antes de tener síntomas y en el caso del COVID-19 todos podemos ser supercontagiadores en el momento de inicio de los síntomas).

Y por otro lado gana mucha importancia la implantación de medidas que sirven para reducir la concentración de aerosoles.

Esto se puede lograr mediante dos vías:

– Impedir su generación (mediante la utilización de EPIs mascarillas, bajar el volumen al hablar, reducir la intensidad del ejercicio físico, reducción del aforo…)

– Eliminar los ya generados mediante la ventilación y/o con purificadores de aire.

El Ministerio de Sanidad, en su informe COVID-19, recomienda el uso de purificadores cuando no se pueda lograr la ventilación adecuada de los espacios ya sea por climatología u otras razones, o incluso como refuerzo de una ventilación parcial.

El CDC, en su guía para oficinas de trabajo,  hace mención a la ASHRAE y sus “Position Document on Airborne Infectious Diseases”, y “Position Documento on Infectius Aerosols”, donde recomiendan el uso de Luz Ultravioleta germicida para combatir las enfermedades infecciosas.

Tanto la ventilación, como el uso de purificadores (EPCs: Equipo de Protección Colectiva) como Respirae, que utiliza luz ultravioleta de forma segura, tienen la ventaja de que implican medidas de protección colectivas, que no dependen del cumplimiento individual.

La acción de añadir un equipo purificador que sirva de protección colectiva, es algo tan simple como colocarlo en el espacio donde tenga que realizar su función. En el caso de ejemplo, Respirae desinfecta el aire mediante luz ultravioleta UV-C (sin filtros y sin ozono) para destruir virus, bacterias, hongos y demás microorganismos patógenos existentes en el aire en un área de actuación de hasta 50 metros cuadrados, con una eficacia superior al 99,99%, que ha sido testada y certificada por el Departamento de Inmunología, Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina y Enfermería de la Universidad del País Vasco/EHU.

Tecnología de última generación, fabricada en España

Respirae, nuevo producto de la división de bioseguridad de la corporación vasca Arregui, funciona con luz ultravioleta de onda corta (UV-C) para destruir virus del tamaño del coronavirus (0,12 micras). El aparato dispone de una tecnología limpia y segura que puede utilizarse en presencia de personas, animales o plantas, ya que la luz ultravioleta no se irradia al exterior del dispositivo, por lo que no es dañina para los seres vivos.

A diferencia de los purificadores de filtros (como HEPA, carbón activo…), que capturan físicamente los contaminantes y necesitan ser renovados cada ciertos meses, los purificadores con luz ultravioleta eliminan los contaminantes y no requieren mantenimiento.

Eficaz, económico y decorativo

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La lámpara UV-C de Respirae tiene una duración estimada de 9.000 horas, lo que equivale a entre 3 y 4 años funcionando de manera continua en horario habitual de oficina. Pasado este tiempo sólo es necesario cambiar la lámpara. Al carecer de filtros, no requiere de mantenimiento y se evita el gasto periódico en sustitución de filtros cada pocos meses.

Es muy fácil de usar, ya que cuenta con un único botón de encendido y apagado en la parte trasera. El led del frontal se ilumina para indicar que está operativo. Al mismo tiempo, su diseño minimalista y el hecho de estar disponible en 3 acabados (blanco, negro, madera) permite integrarlo fácilmente en cualquier ambiente.