Agustín San Jaime García
Agustín San Jaime García Jefe de equipo SG SAMUR-PC

PRL en un servicio de emergencias médica extrahospitalaria

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La COVID-19 lleva muchos meses marcando nuestra vida, nuestra forma de relacionarnos y la de trabajar. No creo que resulte exagerado decir que la aparición del nuevo coronavirus SAR-CoV2 ha sido un mazazo para toda la Humanidad. En el momento de escribir este artículo, la cifra de muertos por esta enfermedad apunta a los dos millones de personas por lo que podemos hablar sin duda de la mayor catástrofe humanitaria y social de los últimos años y, a decir de los expertos, todavía le queda mucho recorrido. El riesgo biológico es un riesgo estándar dentro de la actividad sanitaria y muy complejo de determinar, más si cabe en un servicio de emergencias médicas extrahospitalarias (SEM) donde, aparte de la aplicación de los procedimientos de trabajo, la capacidad para reconocerlo durante una asistencia estriba en dos elementos:

1. El “ojo clínico” de los profesionales, que con la información que reciben antes y durante la asistencia les permite presumir dicho riesgo y adoptar medidas preventivas.

2. La medición de dichos agentes mediante diversos procesos que requieren el concurso de elementos técnicos para el diagnóstico no siempre disponibles y un tiempo que puede considerarse muy elevado en el primer momento de una intervención.

Por ello estos profesionales mantenía unas medidas básicas de protección en la atención directa, tales como el acercamiento a las víctimas de forma segura, la uniformidad y el uso de guantes como un primer elemento de barrera, eso sí, teniendo siempre muy a mano otros elementos para protección respiratoria u ocular. En caso necesario todo esto se podría ampliar con el uso de otros equipos más complejos transportados en la propia ambulancia o solicitados a través de la propia central de comunicaciones.

Esto que estamos viviendo nos ha hecho adoptar muchas más medidas preventivas de las que quizás nunca hubiéramos pensado, pasando de estas básicas en espera de encontrar nuevas evidencias a una protección total prácticamente desde el primer momento.

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Foto 2.

Protección de los equipos intervinientes

Para la protección de los equipos intervinientes se requería enfundarlos con incómodos trajes de protección total que hacían mucho más penosa la atención a los enfermos. Además del propio estrés de la asistencia se unían la dificultad de los movimientos, la pérdida de sensibilidad al tacto, el gasto energético por el peso de la botella de aire, la presión en la cara de la máscara, el calor producido en el interior del traje que llegaba a ser asfixiante en verano, la falta de visibilidad al empañarse las pantallas o gafas y, posteriormente, la complicada desinfección y reposición de los trajes. Todo ello sin contar con el gasto de tiempo para vestir y desvestir, limpiar los equipos y los vehículos que dejaba durante un largo periodo estas unidades inoperativas.

Ante esta nueva situación se han ido adoptando nuevas medidas que tratan de paliar estos problemas, medidas organizativas y procedimentales en la actuación directa que describen formas de enfrentarse a los diferentes escenarios para evitar el riesgo y que solo estén presentes las personas imprescindibles, creación de nuevos equipos operativos especializados en la detección precoz de SAR-CoV2 y la utilización de equipos de trabajo que permiten una actuación más segura y menos penosa.

Al respecto de esto último, se han incorporado a las unidades operativas de la SG. SAMUR-PC entre otras, pantallas de protección facial, batas completas de colocación rápida, botas de caucho de caña alta y un equipo de protección respiratoria dependiente del aire ambiente (MedicAER) que ha conseguido aliviar en gran medida el sufrimiento de los sanitarios que atienden en el medio extra hospitalario a personas enfermas o sospechosas de padecer COVID-19. El MedicAER se combina con una capucha ventilada unipersonal que protege cabeza y cara (protección ocular y respiratoria) y un equipo portátil de inyección de aire filtrado que alimenta la citada capucha. Gracias a estos elementos ya no es necesaria la utilización de trajes completos que requerían portar un ERA y que, como ya se ha comentado anteriormente, dificultaban enormemente la asistencia sanitaria por lo incómodo del equipo y sus anexos.

Disminución de la inoperatividad

No sólo se consigue una protección eficaz y una disminución espectacular de los tiempos de inoperatividad de las unidades, sino que además se ha ganado en confianza. Los intervinientes pueden estar seguros y trabajar sin condicionantes externos, lo que permite también una adecuada actuación de cara a los ciudadanos atendidos.

Gracias a la evolución de las medidas en PRL, lo que hace unos pocos meses desgastaba enormemente a estos equipos operativos y los ponía al borde del estrés físico y emocional, ha aumento la capacidad de enfrentamiento a los nuevos riesgos y, además demuestra que la PRL es rentable.

Documentación.

– Manual de Procedimientos SAMUR-PC.

Imágenes.

1. Fotonoticia 20200706210456_1200.

2. Banco de imágenes del autor.