Te contamos los mejores trucos para que puedas dormir en verano

Gabriela Bustelo

La temperatura perfecta de una estancia en la que se va a dormir debe estar entre 16 y 21 grados centígrados. Pero para conseguir el ansiado sueño reparador, el cerebro necesita estar más fresco que el resto del cuerpo. Esto puede ser difícil en ciudades donde las noches de verano pueden llegar a los 28 grados, sobre todo en los días más calurosos.

Conviene tener en cuenta el sueño ocupa un tercio de nuestras vidas y que sus funciones rebasan el simple descanso. Las dificultades para dormir a largo plazo repercuten en nuestra salud física, estado de ánimo, relaciones sociales y eficiencia laboral.

Descansar adecuadamente durante las calurosas noches estivales puede convertirse en un desafío. Cuando el termómetro se dispara y el calor parece invadir cada rincón, el simple acto de dormir se antoja una tarea casi imposible. Buscamos desesperadamente cualquier estratagema para encontrar alivio, desde mover la cama de un lado a otro hasta abrir todas las ventanas de la casa esperando una brisa que nunca llega. Incluso nos planteamos dormir en la bañera llena de agua fría para escapar del calor que nos impide descansar adecuadamente.

Mejores trucos para dormir en verano

En este artículo te damos varios consejos para favorecer el sueño y vencer el calor. Con estas técnicas, es posible que puedas conciliar mejor el sueño:

  • Controla la temperatura de tu habitación. Como hemos dicho, la temperatura debería estar en la franja de los 16-21 grados, rango climático que solo el aire acondicionado consigue durante una ola de calor. La segunda opción es un ventilador frente a la cama. Mantener las persianas bajadas durante las horas del sol en el cénit contribuye a refrescar la estancia.
  • Date una ducha tibia. Cuando llega el calor intenso, las duchas frías son una gran tentación, pero es mejor olvidarse de estas, ya que pueden producir en efecto rebote. Es más recomendable darse una ducha de agua tibia aproximadamente una hora antes de irse a dormir.
  • Aplica una rutina diaria. Una conducta regular es esencial para que nuestro organismo sea tan fiable como un reloj. Los ritmos circadianos son los cambios físicos, mentales y conductuales que experimentamos durante un ciclo de 24 horas. Estos procesos naturales dependen ante todo de la luz diurna y de la oscuridad nocturna, afectando a la mayoría de los seres vivos, incluyendo animales, plantas e incluso microbios. En el caso de los seres humanos, los ritmos circadianos nos regulan la periodicidad del sueño y la vigilia.
  • Elige una ropa adecuada. Al igual que con las sábanas, el pijama también hay que elegirlo pensando en que la piel pueda traspirar. para esto, los materiales más recomendados son el lino y el algodón. Aunque, por supuesto, también está la opción de prescindir de la ropa para dormir.
  • Reduce el calor en puntos estratégicos. Hay zonas del cuerpo que ayudan a regular el calor y bajar la temperatura. Para dormir mejor, se puede utilizar una bolsa de agua fría en zonas como rodillas, tobillos, cuellos o muñecas.
  • Presta atención a la cena. Digerir la comida implica quemar energía, cosa que hace sentir más calor. La mejor opción es evitar un exceso de proteínas antes de irse a la cama, además de comer frutas, como la sandía, que nos refresquen.
  • Una casa fresca es fundamental. Por último, es importante mantener la casa fresca durante esta época. Para ello es recomendable ventilar a primera y ultima hora del día. El resto de la jornada conviene intentar resguardar la casa del calor mediante toldos, cortinas y persianas bajadas, además de cerrar y aislar aquellas zonas que más calor acumulen.

¿Sabes qué es la higiene del sueño?

La calidad del sueño se asocia a un amplio espectro de trastornos y dolencias. El insomnio es un factor de riesgo cardiovascular, potencia la siniestralidad laboral y reduce la productividad empresarial en todos los sectores. Una empresa cuyos profesionales tienen una buena higiene del sueño afronta menos costes laborales por absentismo, obteniendo una mayor productividad y, en conjunto, una mejor imagen corporativa.

La privación de descanso merma las facultades de concentración, de atención y de memoria. Puede contribuir a las equivocaciones y deslices en el trabajo y tiene una influencia decisiva en la operatividad personal y profesional. Favorece también el desánimo, el nerviosismo y el mal humor, entorpeciendo el trabajo en equipo, la gestión de obligaciones y la rendición de cuentas.